Por lo general, cuando hablamos de cambio climático partimos de que existe una alteración de los patrones habituales de eventos naturales, y que dicha alteración es tan profunda –y además se viene dando de forma continuada a lo largo de un período de tiempo- que pasan a ser considerados extremos.
Por ejemplo:
El aumento de la frecuencia y de la severidad de lluvias torrenciales, períodos de sequías, olas de calor y aumento de sus días de duración, entre otros.
Un cambio progresivo en las variables climáticas. Por ejemplo: una modificación en el régimen de precipitación, aumentos de las temperaturas medias máximas y mínimas, el efecto invernadero, emisiones de dióxido de carbono, etc.
Las emisiones a la atmósfera de los llamados gases de efecto invernadero han ido aumentando progresivamente durante las últimas décadas. Debido a ello, la temperatura general de la Tierra se ha elevado también. ¿Y qué cambios se producen al suceder esto? Pues los que ya hemos experimentado y que afectan a la climatología. Por ello, reciben el nombre de cambio climático.
En condiciones naturales, estas modificaciones en la temperatura y el clima se producen de forma pausada. Pueden necesitarse incluso millones de años para finalizar estos ciclos de calentamiento y enfriamiento. Sin embargo, en la actualidad, suceden en tan solo unos pocos años, y los niveles que hemos alcanzado han significado en otras épocas la extinción de algunas especies. El cambio climático es una realidad.